Inclinando la cabeza hacia atrás para beber café de lata.. recordé qué rumbo debe seguir la mirada. Fija, al frente y hacia arriba..
Por lo menos el color me acompaña esta tarde. Un clima parecido al de mi tierra pero remasterizado. A través de él penetro en la versión de mi mundo para el día de hoy. Tarde de trabajo, lluvia amenazante y discreto sol. Una tarde amarilla. De esas que no queman. De las que barnizan la tierra. Esas tardes llenas de pensamientos dedicados y cien por ciento privados.
“Diferentes mundos dentro de un mismo ser tienden a confundir a cualquiera. La mente llega a convertirse en un mar lleno de especies acuáticas que se mezclan unas con otras para darle vida. Algunas inofensivas, otras tantas peligrosas y misteriosas. Me siento nueva cuando puedo ver a los delfines alegrando la superficie y contagiando el interior. Me falta el aire cuando veo emerger a la temida ballena dominando el paisaje con su inmensidad y peso. Pero a pesar de que la diversidad lo hace maravilloso, me desconcierta el desfilar de pequeños y grandes. Me hace mirar en varias direcciones y no saber cuál es la correcta”.
Otra vez internalizando y rescatando palabras para encauzarlas en cada tecla… demasiada evasión… Mi café ya es historia, pero dejó como legado un flujo contínuo de palabras susurrantes y frases incompletas. Por la cocina se asoman realidades con marca que hay que guardar en la alacena y por el correo electrónico más pendientes. Todo este panorama me recuerda que nada se mueve sin nuestro accionar, pero, por Dios.. ¡qué forma de demandar atención! ¿no son demasiado altas las expectativas del “alrededor” en una persona de tan sólo 2 manos? ¿no puede uno exiliarse de tal forma que nadie lo note?..
A veces, parece que el día conspira y no encontramos el momento de concluirlo y evadirlo en el sueño nocturno. En días así, no logro definirme y opto por el recurso del silencio, de la lejanía y de la autoprotección. Busco mi cueva, mi burbuja, mi refugio. En definitiva, prefiero enmudecer. Días pesados en los que el positivismo nos reta y, de plano, no hay forma de abrir la puerta . “Por naturaleza –y por gracia divina- van pasando, pero donde resulten frecuentes, terminaré fumando puro, sin haber pasado por cigarro…”
Mientras recargo mi cabeza sobre mi mano y pierdo la mirada en el cuadro de las calabazas, el sonido monótono del ventilador me adormece. En base a la experiencia, siempre he creído que el estado semiconsciente de la somnolencia trae las ideas que necesitamos, las soluciones que no hubiéramos creído plantear y frases que se tornan poéticas y originales. Cae la noche y otra vez me sorprende mi diálogo interno.. “dicen que nunca estamos solos y que los ángeles nos dictan lo que debemos escuchar. Bien me viene en este momento un par de alas envolviendo mi figura para desaparecer las sombras y recuperar la luz. Esa luz que levanta, sana, motiva y cobija. Duermo con ellos. Han llegado…”
Apresuradamente llega el día y el silencio me acompaña. Amada mañana de sábado. Hoy decidí comenzar distinto. El espíritu necesita renovarse y la sangre circular con fuerza. Agua tibia, casi fría, me devuelve algunas sensaciones perdidas. Mi piel y ánimo despiertan. Aterrorizar al miedo con tan sólo abrir los ojos debiera bastar. “Estoy conmigo y ningún ser en esta tierra trabajará en mis intereses. Yo puedo.” Cada semana que ha muerto trae su consigo la paz del anhelado descanso. Cada preludio de lunes, trae la esperanza de buenas noticias para la semana que comienza. En nuestro lado más humorístico cabe la posibilidad de despertar con la noticia de haber ganado el melate y llevar esa vida de sueño, regalada. Por lo pronto, sobrevivo al panorama de mi cartera.
Parece que los fines de semana, lo espiritual es invitado a gobernarnos, para la semana compuesta por 5 días, damos entrada a nuestros demonios. Estos que nos convencen de que nada vale la pena, que ya se ha intentado todo, que otros están peor, que van minando nuestra productividad, que nos convierten en seres a su merced, vulnerables a su voluntad y capaces de responder a la oscuridad que late en cada ser. Dar más de lo que creemos ser capaces de dar podría aniquilarlos, pero invitarlos a cohabitar sin pagar renta parece ser más cómodo. Dar rienda suelta a nuestros impulsos y consentir nuestros placeres son su hábitat preferido.
Quedan tan pocos espacios de tiempo dedicados a mirarnos sin reparos.. La mirada hacia el exterior acaricia, estremece, cuestiona, indaga, representa, pero la mirada interna que se sumerge en la autocompasión destruye. Poner objetivos en la mirada y no bajar a buscar basura en donde otros han muerto por hacerlo, marca la diferencia entre lo que se vive anhelando y lo que se vive trabajando.
El clima es un regalo, los ángeles son estupendos guías, el sábado restaura, el café inspira, los refugios evaden, las excusas son remedios con caducidad y se vale tener un pésimo día. Pero, sin decisión no hay resultado y con buena voluntad no se construyen destinos sólidos. ¿Cuántos de estos diálogos sin sentido ocupan nuestros días hasta el punto de irnos a dormir más confundidos y cansados de fastidiar a la mente?, ¿Cuánta distracción existe a nuestro alrededor que nos lanza hacia al extremo de nuestro enfoque primordial? Dar vueltas en un mismo sitio nos deja, precisamente, en un mismo lugar, mareados y con la energía en cero.
Perder el tiempo es una “actividad” de tiempo completo que nos lleva al vacío de oportunidades y a la búsqueda de desafíos. Actuar aunque todo parezca en contra o no tener sentido, es la nobleza de la búsqueda con recompensa segura. Decir “adelante” donde otros han desertado nos convierte en personas completas y constantes.
Aunque por los mejillas vayan rodando lágrimas de cansancio, de frustración o desesperación, levanta la mirada y no te detengas a merodear. Sigue.