
Probablemente no es día de hacer más y aumentar el consumo de complejo B para aguantar el ritmo, pero sí mejorar o hacer lo contrario a lo habitual. Convivir con esa historia que se va escribiendo afuera y que escapa a los noticieros. Atravesar la barrera de la modernidad por unos momentos y pasear por sitios que llevan años contando su leyenda. Comer un elote de carrito y sentarse simplemente a observar lo que esta computadora no puede registrar. Hacer lo que regularmente me da flojera hacer y poner metas específicas para nuestras actividades, incluidas las que no tienen que ver con trabajo. Amar, por qué no, sin excusas ni respuestas. Después de todo, los sentimientos también son nuestros y como tales se sujetan a una decisión puramente personal. Qué bien se siente poder afirmar: “Decido amarte porque se me da la gana y tú sentir es tu cuento o... también decido cuando dejaré de hacerlo”. Creo que bajo esta ideología acabaríamos con aquellos dramas telenoveleros que vivimos cuando una relación termina y asumiríamos más el control de nosotros mismos.
Transformarse en un ser poco predecible es un bendito regalo que los años te van dejando saborear. Que nadie sea digno de explicaciones, bueno… son palabras mayores, pero puede convertirse en una práctica bastante liberadora y de recuperación de uno mismo. Veo parejas dando tantas explicaciones a necedades, que me pregunto en qué momento se perdieron, se olvidaron... se dejaron. Veo, en la contraparte, a personas esperando con fé esas explicaciones gracias a que en algún espacio de tiempo aprendieron que así debía de ser y me muero de la risa al observar las reacciones que un simple “sí” o “no” sin “agregados” puede provocar. La sinceridad asusta. Las pocas palabras aterran.
Hoy opto por romper. El tipo de rupturas que irónicamente reconstruyen. No me importa desafiar la inercia colectiva que manifiesta que si los esquemas y la seguridad van cayendo ante nuestros ojos (léase relaciones amorosas, trabajo, etc), debiera estar llorando como la muñeca fea “escondida por los rincones”. Simplemente estoy en el lugar que debo de estar porque así está decidido por una sabiduría más congruente y manifiesta que la mía. ¡Es perfecto! Y no estamos hablando de conformismo o de sujetarnos a la fé sin mover un dedo, simplemente es saber qué hacer con el capital humano, emocional, intelectual, financiero que se tiene en estos momentos y ser parte del proceso de evolución personal, descubrir cuáles son las opciones de acción dentro de este nuevo panorama, ponerle aceite a la neurona para comenzar a correr. Tampoco dejaré que mi rumbo esté decidido por una esfera burocrática que no me conoce o una expectativa económica tambaleante a nivel global, definitivamente no estaré rebotando entre la mente macabra de unos y la compasiva de otros. Pero para esto, el único remedio es moverse y levantarse. Dejar los dramas para una tarde de tele, helado y cama con la bruja, pero levantarse al dia siguiente a continuar con el hada.
hay situaciones que me descontrolan, pero que también tienen la función de sacarme de la línea marcada, de despertarme hacia la búsqueda de potencialidades. No repararé en detalles, pero algunos movimientos telúricos están ocurriendo a mi alrededor y es como debe de ser, aunque de momento me revele. Otras sacudidas ocurren paralelamente en el interior y las ideas, los sueños y las emociones apenas atinan a acomodarse. Esto me recuerda que sigo viva y me llena de curiosidad por saber qué sigue en el capítulo de mi vida. Soportar malas noticias cuando ya se cree tener bastante es una parte que como humanos nos pone vulnerables e indefensos. Pero darse la vuelta y dormirse otro rato hasta sentir el agua al cuello, no es para alguien a quien dotaron de cerebro.
Hay que rescatar las emociones, las pasiones. Recordar qué se siente inundarse por dentro de buenos momentos. Llenarse de luz y de motivos. Respirar un poco más, tomar más aire, experimentar si cabe más, siempre se puede más. En todo. Sólo tienes que probarlo.