Si te callaras de vez en cuando, se esfumarían las ansiedades y las palabras que se escupen en forma de dagas. Disfrutaría más de una película sin reparar en el trabajo pendiente. Saldría más al sol, sin pensar en sus consecuencias, tendría menos temor de perder porque la palabra ganar ocuparía su espacio.
Si te callaras de vez en cuando, el corazón me soplaría más poemas y tú, menos recordatorios de pagos. Desaparecerían de mi escena los fantasmas amorosos y encontraría más a menudo la fortaleza para enterrar los delirios. Dejaría de juzgarme con parámetros dañinos e iría por el camino incrementando mis ventajas competitivas.
Si te callaras de vez en cuando, odiaría interpretar las acciones de los demás y me concentraría en la función que daré el día de hoy. Apreciaría con detalle los milagros que seducen mis cinco sentidos y dejaría de vaciar en la almohada todo lo que no parece procesarse con la luz del sol.
Si te callaras de vez en cuando, respiraría todo el aire de golpe y dejaría de seguir al pié de la letra este “ rally” cotidiano al que me sometes.
Si te callaras de vez en cuando, bastaría una gran carcajada para cerrar con broche de oro una gran metida de pata. Tomaría mis errores como el maestro más culto y no como caso para “La ley y el orden”
Si te callaras de vez en cuando, dejaría de enamorarme de las medias palabras, para registrar solamente los hechos. Rescataría la evidencia que cobra, uno a uno, los sueños sin respuesta. Mataría las palabras que le dieron vida al maravilloso hombre invisible.
Si te callaras de vez en cuando, no habría razones para volver a relaciones donde el guión se repite como leyenda de pueblo. El “no”, cobraría fuerza y el “sí” sería un traje de ocasiones especiales. No esperaría esa llamada, ni encontraría la tecla para contestar.
Si te callaras de vez en cuando, mi nombre cobraría vida como ser independiente y no como el conglomerado de roles con los que he cohabitado. Dejarías de repetirme que hay prisa por llegar y que faltan cinco minutos para la hora “D”. Disfrutaría sin culpas esa pasta y ese vino y las hermosas cosas que me quitan, según tú, mi tan preciado tiempo.
Si te callaras, por lo menos los fines de semana, dejaría de contar el dinero que invierto en salir con mi gente. Le pondría encantada el precio a esos momentos y dejaría de escatimar en su sonrisa. Me quejaría menos de lo que debo dar por el simple placer de dar.
Si me dejaras en paz, por lo menos, de vez en cuando…. Cerraría los oídos a palabras necias y acamparía sólo en la mirada de Dios.
Por eso, Cállate, querida mente, hasta que tus designios se empaten con mis límites. Tu razón estructurada a la calma que necesito y tu andar incesante a mi danzar genuino.
Al final, si no lo sabías… Yo mando.